La gastronomía de Francia está considerada como una de las más importantes
del mundo. Está caracterizada por su variedad, fruto de la diversidad regional francesa, tanto cultural como de materias primas, pero
también por su refinamiento.[1] [2] Su influencia se deja sentir en casi todas las
cocinas del mundo occidental, que han ido incorporando a sus bases
conocimientos técnicos de la cocina francesa. Varios chefs franceses tienen una
gran reputación internacional, como es el caso de Taillevent, La Varenne, Carême, Escoffier, Ducasse o Bocuse. Está ahora incluida, junto con la gastronomía
de México, en la lista del
Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad, desde el 16 de noviembre de 2010,[3]
Productos regionales del Franco
Condado.
Tradicionalmente, cada
región posee su propia cocina:
• la cocina del sureste está caracterizada por
influencias italianas y se sirve de la aceituna, las finas hierbas y el tomate;
• la cocina del norte está caracterizada por
influencias belgas y se sirve de la patata, de la carne de cerdo, de judías y de la cerveza;
•
la cocina del
este, caracterizada por influencias alemanas, se sirve del tocino, las salchichas, la cerveza
y el sauerkraut.
Además de estas cinco
grandes zonas regionales, existen también otras cocinas locales como la cocina
del valle de Loira (famosa por sus pescados al vino blanco), la cocina vasca (caracterizada por el abundante uso del tomate y el pimiento de
Espelette), la cocina de Rosellón (muy cercana de la cocina catalana) o la cocina del centro con su caza, su pâté de Pâcques, sus patatas (Creuse) o sus vinos y sus pescados de agua dulce (en Brenne).
Hoy día, a causa de los movimientos
de personas, estas diferencias regionales tienden a difuminarse, aunque siguen
siendo observables, y una persona que viaje por Francia puede observar cambios significativos en la
manera de cocinar, en los platos servidos y en los ingredientes utilizados. Por
otra parte, la tradicional predilección del consumidor francés por los
productos de la tierra (terroir) ha favorecido un fuerte renacimiento de la cocina regional y de sus
productos, mientras que el movimiento slow food (también llamado ecogastronomía) gana en adeptos.
Algunas cocinas exóticas
como la china y la vietnamita, junto con algunos platos de las ex colonias magrebíes (con el cuscús a la cabeza), también se han ido incorporando al
elenco.
En el extranjero se asocia
normalmente la gastronomía francesa con la alta cocina servida en los grandes restaurantes y con
elevados precios. Esta cocina, altamente refinada, es heredera directa de las
cocinas regionales de Lyon (con sus conocidos bouchons) y de la región de París. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los
franceses lógicamente no comen o no preparan esta cocina en su vida diaria.
Generalmente los ancianos tienden a consumir platos típicos de su región,
mientras que los más jóvenes son propensos a comer especialidades de otras
regiones o incluso comida extranjera.
Pero hay otros productos,
más cercanos al consumidor de a pie que la llamada haute cuisine, que están universalmente identificados con la
gastronomía gala. Es el caso de la baguette, del paté o de los vinos y quesos franceses, que con su amplia variedad y elevada calidad
forman el buque insignia de la gastronomía del Hexagone.
Así mismo, determinadas
materias primas menos conocidas por los legos en materia culinaria están
asociadas irremediablemente con la cocina francesa, al ser elementos clave en
la elaboración de numerosísimas recetas. Un ejemplo serían la crème fraiche, el bouquet garni, las hierbas de Provenza o la mantequilla.
Persona comiedo la típica tartine (pan con mantequilla y
mermelada).
El desayuno francés suele
seguir las pautas tradicionales de la Europa continental (menos copioso que el de los países anglófonos).
Cabe destacar que, en consonancia con la fama de Francia por sus viennoiseries (bollerías de origen vienés) y el consecuente
desarrollo de la bollería industrial, el consumo de cruasanes, brioches,
magdalenas, napolitanas de chocolate, pan de pasas u otros productos de este
tipo —antes reservado a desayunos especiales—, se ha extendido a los desayunos
de todos los días. El desayuno típico del francés medio es el pain et confiture, baguettes abiertas
por la mitad untadas en mermelada y mantequilla.[20]
Suele acompañarse de
bebidas calientes (típicamente café con leche o café solo, pero también
chocolate o té) y ocasionalmente precedido de zumos o piezas de fruta.
Como en casi cualquier
país, la comida que puede encontrarse en los restaurantes será por lo general
más copiosa que la que consume la gente de a pie en sus casas. Sin embargo, si
se va a uno de estos establecimientos o si se es invitado por un francés a una
comida medianamente formal en su domicilio, el orden habitual de los platos
(salvando las diferencias regionales que pueden encontrarse) será el siguiente:
• Apéritif. Es habitual dar la bienvenida con alguna bebida
alcohólica: vinos dulces como el Oporto, mistelas como el Pineau des
Charentes, bebidas
alcoholizadas a base de hierbas, o cócteles como el kir (vino blanco y licor de arándano o grosella). Se acompaña de
algo de comida (por lo general fría) como canapés, encurtidos, charcutería, frutos secos, aceitunas, etcétera.
El concepto es parecido al de las tapas españolas.
•
Entrée o hors d'oeuvre. El primer plato suele ser más ligero que en
otras gastronomías, más próximo a los antipasti
italianos. Son habituales las ensaladas (salades),
sopas (soupes) para las cenas, platos
de verduras crudas (crudités),
charcutería variada, patés, determinadas frutas como el aguacate o el pomelo
que se comen de entrante, pasteles o tartas saladas como el pâté Lorrain o la quiche.
Tabla de quesos con Valençay, Ossau-Iraty, Bleu
d'Auvergne,
Epoisses de Bourgogne,
Neufchâtel, Saint-félicien.
Epoisses de Bourgogne,
Neufchâtel, Saint-félicien.
• Plat
principal o plat de résistance. Aquí es donde se sirve la carne o el pescado en sus distintas preparaciones, aunque también
pueden ser a base de arroz, pasta o legumbres.
• Fromage. Entre el plato principal y los postres es
costumbre servir una selección de quesos para degustar.[21]
Lo habitual es concluir la
comida con un café solo, y si se desea con una pequeña copa de licor
(digestif), como el Armañac, el Coñac, o diversos aguardientes de fruta, para ayudar a
bajar la comida.
Aunque en algunas zonas
del norte y del este del país la cerveza forme parte de su cultura, lo habitual
es que las comidas se acompañen de vino (cuyo color varía según los platos servidos). En
la región de Champaña, es tradicional servir champagne durante toda la comida.
Entre semana, el horario
habitual para las comidas es entre las doce de mediodía y la una y media de la
tarde, mientras que para las cenas los restaurantes abren de 8 a 10 y media de
la noche. Si bien estos son los horarios comerciales, las comidas familiares
los fines de semana pueden prolongarse de forma considerable.
En el
bistró, por Jean Béraud.

Cartel de una brasserie
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